Félix Bolaños, calienta que sales

Si yo fuese Félix Bolaños, sinceramente, me andaría con cuidado en la Moncloa. Y no lo digo por casualidad. Hay que recordar que Pedro Sánchez le confió la tarea más delicada, la más sucia y la más arriesgada: blindar a su familia. Fue el encargado de diseñar la llamada “ley Begoña”, un traje a medida para garantizar que ni su mujer, ni mucho menos su cuñado, pudieran ser imputados o llevados ante un juez. Era la misión número uno, la razón de su poder, el motivo de su ascenso y de su permanencia en el círculo más cercano de Sánchez.

Pues bien, misión fracasada. Y de qué manera. Hoy no hablamos de rumores ni de especulaciones, hablamos de hechos judiciales: Begoña Gómez imputada, el hermano de Pedro Sánchez también. Los dos camino del banquillo. Y lo peor, con la amenaza de un juicio popular, de esos en los que ya no valen los pactos de pasillo ni las maniobras en los despachos, porque el juicio lo dicta la ciudadanía.

Sánchez no perdona. Sánchez no olvida. Y cuando la soga aprieta, siempre necesita un culpable a mano. ¿Quién mejor que el hombre al que encomendó el blindaje familiar y que ha demostrado ser incapaz de cumplir la misión? Félix Bolaños no solo ha fallado, sino que ha puesto a su jefe en la peor de las posiciones: frente a un proceso que afecta a su propio hogar.

La Moncloa es un nido de intrigas y traiciones, y Bolaños debería saberlo mejor que nadie. Hoy es el hombre fuerte, mañana puede ser el chivo expiatorio. Porque en el manual de Sánchez, la lealtad solo dura mientras seas útil. Y ahora mismo, ¿de qué le sirve un ministro que no ha sabido cumplir la única orden que de verdad importaba?

Si yo fuese Félix Bolaños, caminaría con ojos en la espalda. Porque cuando la familia del presidente se sienta en el banquillo, alguien tiene que pagar la factura. Y Sánchez no se va a mirar en el espejo.

Félix, calienta que sales.

Miguel Ángel Arranz